Comentario
Sin el poderoso pathos miguelangelesco, pero con plenitud formal cinquecentesca, la obra de Andrea Contucci, conocido como Andrea Sansovino por haber nacido en 1460 en Monte San Savino, próximo a Arezzo, representa con justeza el equilibrio humanista entre la tradición cristiana y la clasicidad.
Con recomendación de Lorenzo el Magnífico estuvo en Lisboa al servicio de don Manuel I el Afortunado de Portugal entre 1491 y 1500, y allí se sabe intervino en las estatuas de la portada de la iglesia de Belén, el monumental monasterio jerónimo manuelino, a cuyo estilo contribuyó a impregnar del modelado florentino del último quattrocento. Se documenta su paso por Toledo en 1500, donde esculpió una muestra para el retablo mayor de la Catedral que entonces promovía el cardenal Cisneros. Aunque no se le encargó nada más para el enorme retablo, se deduce que pudo ser autor de la traza del sepulcro a dos fachadas del cardenal Mendoza, por semejanza con otras sepulturas suyas alzadas más tarde en Roma.
De nuevo en Florencia modeló terracotas como la pila bautismal de Volterra (1501), el grupo de la Madonna y el Niño, mármol de cierto conservadurismo cuatrocentista aún tributario de Desiderio y de Laurana, y el San Juan Bautista (1503) titular de la catedral de Génova. Su mejor grupo florentino se considera el Bautismo de Jesús (1505) que corona la famosa Puerta del Paraíso de Ghiberti, en el Baptisterio. El desnudo de Cristo, de cierto clasicismo no ajeno a la elegancia ghibertiana, contrasta con la ondulación praxiteliana del Bautista, en que también se patentiza el claroscuro de Donatello.
El papa Julio II le encomendó para la cabecera de Santa María del Popolo recién modificada por Bramante los dos sepulcros gemelos de Ascanio Sforza (1505) y Gerolamo Basso della Rovere (1507), concebidos como arcos de triunfo a sugerencia de Bramante, cuyos vanos ocupan los bultos yacentes de ambos cardenales coreados por estatuas de Virtudes. Otro grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño se conserva en San Agustín de Roma (1512), con cierto esfumado de sugestión leonardesca. Hasta su muerte en 1529 estuvo decorando en Loreto los exteriores de la Santa Casa, con historias marianas de pictórica plasticidad.
No debe confundirse con Andrea quien fue su discípulo Jacopo Tatti (1486-1570) que prefirió llamarse Jacobo Sansovino como homenaje a su maestro. Fue uno de los jóvenes escultores que, como el español Alonso Berruguete, acudió a copiar en cera el grupo del Laocoonte descubierto en 1506 en el palacio romano de Tito, y en él obtuvo el primer premio. Pero en su estilo no influyeron tanto los patéticos desnudos rodios como la blandura praxiteliana, sensible en su Baco en mármol (1511-1514) del Bargello, con aérea ligereza de paso de ballet. Se mostró también propicio al colosalismo miguelangelesco en sus versiones de Santiago en la catedral de Florencia (1518) y Santa María de Montserrat de Roma.
Su trayectoria se extiende, luego del Saco de Roma, hasta Venecia, donde le absorberían sus tareas de fecundo arquitecto, pero en ellas siempre dejará espacio para sus estatuas y relieves de constante inspiración clásica como los dioses y alegorías de la Librería de San Marcos y los bronces y mármoles de la Loggetta (1537-40), llenas, a decir de Vasari, de facilidad, dulzura y gracia.
Relieves de bronce con historias del evangelista plasmó en las puertas de bronce de la sacristía de San Marcos (h. 1547), de cierto pathos tintorettesco tocado por la luz de Tiziano. Las colosales estatuas (1554) de Neptuno y Marte, los dioses tutelares de la política naval y terrestre de Venecia, presiden la Scala Foscara del Palacio Ducal que, aunque levantada antes de 1500 por Antonio Rizzo, se conoce como Escalera de los Gigantes por el tamaño de los dos colosos de Sansovino.